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BATALLA
DE CASEROS
2 DE FEBRERO DE 1852
Producción
periodística de Villa Crespo Digital
25
de abril del 2017
El 2 de febrero de 1852 el ejército del General
don Justo José de Urquiza atravesó el
río de Las Conchas por el puente de Márquez
y sus cercanías. En la tarde pasó el descanso
próximo al arroyo Morón. La exploración
había comprobado la presencia de numerosas tropas
enemigas en las alturas de Caseros.
El choque decisivo era inevitable.
En la noche del 2 de febrero se reunieron con el General
Rosas, el General Pinedo y los Coroneles Chilavert,
Díaz, Lagos, Costa, Bustos, Hernández,
Cortina y Maza.
El Coronel Chilavert aconsejaba no librar la batalla
en la posición de Caseros, pero dado lo avanzado
de la noche no podía llevarse a cabo un audaz
plan propuesto por dicho coronel.
A las 22 horas, Juan Manuel de Rosas, en compañía
de los jefes mencionados, se dirigió a Caseros
a efectos de disponer, sobre el terreno, la colocación
de los cuerpos para la batalla.
Seguido de sus edecanes y ayudantes, el Restaurador
de las Leyes llegó a la casa de Caseros y subió
al mirador del edificio. Desde allí se podía
fijar la posición del campamento enemigo por
el fuego de algunos vivaques que brillaban en la semioscuridad
de la noche. Un silencio profundo reinaba en el campo.
47.000 combatientes reposaban tranquilamente a ambas
márgenes del arroyo Morón.
Mientras tanto, en una de las habitaciones de la casa
se habían reunido el general Pinedo, los coroneles
Chilavert y Díaz y otros jefes con sus ayudantes,
para ultimar los detalles, croquis y órdenes
para la batalla. Rosas se mostró muy contento.
No durmió aquella noche.
Poco antes del amanecer, el ejército de Urquiza
se aprestó para el ataque, y con las primeras
luces del alba se dio lectura a la lacónica y
vibrante proclama del general en jefe:
"¡Soldados! ¡Hoy hace 40 días
que en el Diamante cruzamos las corrientes del río
Paraná y ya estabais cerca de la ciudad de Buenos
Aires y al frente de vuestros enemigos, donde combatiréis
por la libertad y por la gloria!"
"¡Soldados! ¡Si el tirano y sus
esclavos os esperan, enseñad al mundo que sois
invencibles y si la victoria por un momento es ingrata
con alguno de vosotros, buscad a vuestro general en
el campo de batalla, porque en el campo de batalla es
el punto de reunión de los soldados del ejército
aliado, donde debemos todos vencer o morir!".
"Este es el deber que os impone en nombre de la
Patria vuestro general y amigo. Justo José de
Urquiza".
El general Urquiza destacó a los Regimientos
de Caballería correntinos, a órdenes del
coronel Virasoro, para distraer la atención del
adversario sobre el opuesto flanco derecho, mientras,
simultáneamente, el Ejército Grande cruzaba
a la margen opuesta del arroyo Morón.
Rosas, a simple vista, desde el mirador de Caseros observaba
el pasaje de las columnas enemigas.
Cruzado el arroyo por los primeros escalones de la caballería,
Urquiza hizo lo propio seguido de su Estado Mayor.
A las 0730, el ejército había tendido
su línea de batalla a un kilómetro de
distancia del enemigo.
Las tropas de ambos ejércitos habían vestido
el uniforme de gala para entrar en batalla.
Las tropas al mando de Justo José de Urquiza
habían distribuido sus 24.000 hombres y 50 piezas
de artillería en el orden siguiente: en el ala
izquierda y frente al edificio de Caseros, la División
Oriental; en el centro, la División Brasileña,
reforzada con la brigada argentina de Rivero y la masa
de la artillería (28 piezas), al mando de Piran,
teniendo a sus órdenes a Mitre y a Bernabé
Castro; en la derecha, 5 batallones mandados por Galán
y las Divisiones de Caballería de Medina, Galarza,
Ávalos y Gregorio Aráoz de Lamadrid, a
disposición del Comandante en Jefe. En la retaguardia
del ala izquierda, la reserva formada por las Divisiones
de Caballería de López y Urdinarrain.
Rosas, había desplegado para la batalla a 23.000
hombres, 56 piezas de artillería y 4 coheteras.
La derecha se apoyaba en el edificio de Caseros, el
cual era defendido por el batallón del teniente
Alcaldes y sostenido por el fuego de 10 piezas de artillería.
Al Norte del edificio se había organizado un
martillo con un grupo de carretas, un foso y 2 batallones,
teniendo, además, 2 Regimientos de Caballería
como reserva de esa ala.
El espacio entre las casas y el palomar era guarnecido
por 2 batallones con algunas piezas. En el centro de
la posición había 30 piezas de artillería
a las órdenes de Chilavert y hacia la izquierda,
3 batallones de la brigada Díaz. En el ala izquierda,
3 divisiones de caballería a órdenes del
Coronel Lagos, teniendo 2.000 lanceros formados en batalla
y fuertes columnas de ataque. La reserva la constituían
las divisiones de caballería de Sosa y Bustos.
Entre las 0800 y las 0900, Urquiza, después de
comunicar a sus jefes principales sus órdenes
e intenciones, montando su caballo moro y cubierto con
un poncho blanco para mostrarse desde lejos en la pelea,
se colocó a la cabeza de su Estado Mayor. Al
llegar frente a la infantería de Galán,
proclamó a sus soldados:
¡Soldados del Ejército Grande:
detrás de aquella línea se halla la Constitución
de la República y la libertad de la Patria!
Pasando luego a la División Brasileña
y reiterándoles sus órdenes al Brigadier
don Manoel Márquez de Souza, agitando en alto
el sombrero vitoreó a la Confederación,
al Brasil y al emperador, y llegando al ala izquierda
arengó a la División Oriental:
- ¡Orientales, vosotros sois una de las más
fuertes columnas del Ejército Aliado y una de
las fundadas esperanzas de la causa de la libertad.
¡Yo os anticipo mis felicitaciones por vuestra
conducta en este día, que no dudo corresponderá
a vuestra esclarecida fama!
A las 0800 Rosas, descendió de su observatorio,
montó a caballo y recorrió sus líneas.
Al llegar al centro de la posición ordenó
al Coronel Chilavert:
- Coronel, sea usted el primero que rompa sus fuegos
contra los imperiales que tiene a su frente. Se dio
rápidamente un vivo fuego con las baterías
aliadas del centro. El humo de los disparos ocultaba
las masas de infantería desplegadas para el ataque.
A las 1000, Urquiza apreció la conveniencia de
lanzar la masa de su caballería contra el ala
izquierda enemiga. A su orden, la División Medina,
formada en escalones y sostenida a retaguardia por las
divisiones de Galarza y Avalos avanzaron de frente y
resueltamente contra los lanceros del coronel Lagos,
mientras la División Lamadrid, escalonándose
más a la derecha, buscaba el envolvimiento profundo
de la misma ala. A pesar de que la División Medina,
al iniciar su movimiento encontró una cañada
cenagosa que le impuso una detención momentánea
seguida de un cambio de formación y que todavía
algunos de sus escuadrones fueron rechazados con pérdidas,
el final de la carga fue el más completo y favorable.
Deshecha esa fuerza, aparecieron en ese flanco las divisiones
rosistas de Sosa y Bustos, a escape, para restablecer
el combate, pero las divisiones Galarza y Avalos les
salieron al encuentro y las arremetieron vigorosamente,
desbandándose la caballería enemiga casi
sin combatir.
Batida esta ala enemiga, la caballería aliada
quedaba lista para maniobrar sobre el flanco y la retaguardia
de la posición rosista.
La División Oriental a órdenes del coronel
César Díaz se puso entonces en movimiento
hacia el edificio de Caseros. Esta división hizo
a tiro de fusil de las posiciones enemigas un alto que
las amenazaba. La División de Caballería
de Urdinarrain, que apoyaba el ataque, la siguió
en la misma dirección y se colocó a su
izquierda en acecho dentro de un bosquecillo. La batería
de Vedia hizo lo propio, rompiendo el fuego contra el
reducto enemigo.
Los rosistas de las fortificaciones de las carretas
se dieron a la fuga en cuanto el Batallón Voltígeros,
de la División Oriental, inició su ataque.
Sólo los infantes, parapetados en el edificio,
ofrecieron resistencia, la que fue quebrada por este
batallón; Santa Coloma intentó acometer
a los infantes de la División Oriental, pero
los lanceros de Urdinarrain, que la apoyaban, dieron
una soberbia carga que los devolvió al instante.
La División Brasileña, mientras tanto,
tomaba por asalto los reductos formados por la casa,
el torreón y el palomar, cayendo en su poder
la artillería que los guarnecía y 3 baterías
emplazadas más a la izquierda. Al mismo tiempo,
la brigada argentina Rivero había chocado contra
los batallones de las Divisiones Costa y Hernández,
arrollándolas y penetrando a la bayoneta en el
interior de la posición.
La brigada del coronel Díaz, apoyada por el fuego
de los cañones de la batería Chilavert;
pretendía prolongar una resistencia ya inútil.
En ese instante el campo de batalla era un infierno.
A las 1400 se rendían las últimas agrupaciones
rosistas.
Los vencedores ingresan a Buenos Aires el 20 de febrero.
Una muchedumbre se vuelca en las calles a presenciar
el paso de las tropas que se realizaría a lo
largo de las calles Perú, entre el campo de Marte
y la de la Victoria, donde se había erigido un
arco triunfal.
El desfile comenzó a mediodía. Estaban
todos: Urquiza con su columna de los clarines de la
escolta entrerriana y todo su Estado Mayor: el mayor
general del Ejército y gobernador de Corrientes
don Benjamín Virasoro, el general Tomás
Guido, los generales Pirán, Madariaga, Francia,
Medina, don Juan Pablo López, Oroño, su
ayudante, el coronel Chenaut, y sus secretarios, los
doctores Ángel Elías y Juan Francisco
Seguí.
También se encontraban quienes serían
presidentes de la Nación: el propio Urquiza,
Bartolomé Mitre y Domingo Faustino Sarmiento;
tras ellos los soldados de rasos hasta los de máxima
jerarquía. Donato Alvarez,
Eustaquio Frías, Obregoso, la infantería
argentina a las órdenes de Galán. Después,
la División Oriental, al mando del coronel César
Díaz. La División Brasileña del
Brigadier Márquez de Souza cerraba la marcha
de la columna.
El
desfile duró más de tres horas, pasaron
unos 10.000 jinetes de legiones entrerrianas y correntinas,
los lanceros de la caballería de la Patria: los
Galarza, Hornos, Basavilbaso, Virasoro, Urdinarrain,
Avalos, Salazar, López Jordán, Leguizamón
y Ocampo; al final del desfile y a la cabeza de los
5.000 soldados de caballería restantes, el viejo
general Gregorio Aráoz de Lamadrid.
FUENTES:
varios y propias.
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