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Si supiese qué es lo que estoy haciendo, no le llamaría investigación, ¿verdad?

Albert Einstein

Allí donde se queman los libros, se acaba por quemar a los hombres. / Heinrich Heine (1797-1856) Poeta alemán.

LIBRO RUBEN DARIO

 

"¡Libros! ¡Libros! He aquí una palabra mágica que equivale a decir 'amor, amor', y que debían los pueblos pedir como piden pan".

Federico García Lorca

“Algunos libros son probados, otros devorados, poquísimos masticados y digeridos”.

Sir Francis Bacon

HISTORIA / BATALLA DE CASEROS 2 DE FEBRERO DE 1852

BATALLA DE CASEROS

BATALLA DE CASEROS

2 DE FEBRERO DE 1852

Producción periodística de Villa Crespo Digital

25 de abril del 2017

El 2 de febrero de 1852 el ejército del General don Justo José de Urquiza atravesó el río de Las Conchas por el puente de Márquez y sus cercanías. En la tarde pasó el descanso próximo al arroyo Morón. La exploración había comprobado la presencia de numerosas tropas enemigas en las alturas de Caseros.

El choque decisivo era inevitable.

En la noche del 2 de febrero se reunieron con el General Rosas, el General Pinedo y los Coroneles Chilavert, Díaz, Lagos, Costa, Bustos, Hernández, Cortina y Maza.

El Coronel Chilavert aconsejaba no librar la batalla en la posición de Caseros, pero dado lo avanzado de la noche no podía llevarse a cabo un audaz plan propuesto por dicho coronel.

A las 22 horas, Juan Manuel de Rosas, en compañía de los jefes mencionados, se dirigió a Caseros a efectos de disponer, sobre el terreno, la colocación de los cuerpos para la batalla.

Seguido de sus edecanes y ayudantes, el Restaurador de las Leyes llegó a la casa de Caseros y subió al mirador del edificio. Desde allí se podía fijar la posición del campamento enemigo por el fuego de algunos vivaques que brillaban en la semioscuridad de la noche. Un silencio profundo reinaba en el campo. 47.000 combatientes reposaban tranquilamente a ambas márgenes del arroyo Morón.

Mientras tanto, en una de las habitaciones de la casa se habían reunido el general Pinedo, los coroneles Chilavert y Díaz y otros jefes con sus ayudantes, para ultimar los detalles, croquis y órdenes para la batalla. Rosas se mostró muy contento. No durmió aquella noche.

Poco antes del amanecer, el ejército de Urquiza se aprestó para el ataque, y con las primeras luces del alba se dio lectura a la lacónica y vibrante proclama del general en jefe:

"¡Soldados! ¡Hoy hace 40 días que en el Diamante cruzamos las corrientes del río Paraná y ya estabais cerca de la ciudad de Buenos Aires y al frente de vuestros enemigos, donde combatiréis por la libertad y por la gloria!"

"¡Soldados! ¡Si el tirano y sus esclavos os esperan, enseñad al mundo que sois invencibles y si la victoria por un momento es ingrata con alguno de vosotros, buscad a vuestro general en el campo de batalla, porque en el campo de batalla es el punto de reunión de los soldados del ejército aliado, donde debemos todos vencer o morir!".

"Este es el deber que os impone en nombre de la Patria vuestro general y amigo. Justo José de Urquiza".

El general Urquiza destacó a los Regimientos de Caballería correntinos, a órdenes del coronel Virasoro, para distraer la atención del adversario sobre el opuesto flanco derecho, mientras, simultáneamente, el Ejército Grande cruzaba a la margen opuesta del arroyo Morón.

Rosas, a simple vista, desde el mirador de Caseros observaba el pasaje de las columnas enemigas.

Cruzado el arroyo por los primeros escalones de la caballería, Urquiza hizo lo propio seguido de su Estado Mayor.

A las 0730, el ejército había tendido su línea de batalla a un kilómetro de distancia del enemigo.

Las tropas de ambos ejércitos habían vestido el uniforme de gala para entrar en batalla.

Las tropas al mando de Justo José de Urquiza habían distribuido sus 24.000 hombres y 50 piezas de artillería en el orden siguiente: en el ala izquierda y frente al edificio de Caseros, la División Oriental; en el centro, la División Brasileña, reforzada con la brigada argentina de Rivero y la masa de la artillería (28 piezas), al mando de Piran, teniendo a sus órdenes a Mitre y a Bernabé Castro; en la derecha, 5 batallones mandados por Galán y las Divisiones de Caballería de Medina, Galarza, Ávalos y Gregorio Aráoz de Lamadrid, a disposición del Comandante en Jefe. En la retaguardia del ala izquierda, la reserva formada por las Divisiones de Caballería de López y Urdinarrain.

Rosas, había desplegado para la batalla a 23.000 hombres, 56 piezas de artillería y 4 coheteras. La derecha se apoyaba en el edificio de Caseros, el cual era defendido por el batallón del teniente Alcaldes y sostenido por el fuego de 10 piezas de artillería. Al Norte del edificio se había organizado un martillo con un grupo de carretas, un foso y 2 batallones, teniendo, además, 2 Regimientos de Caballería como reserva de esa ala.

El espacio entre las casas y el palomar era guarnecido por 2 batallones con algunas piezas. En el centro de la posición había 30 piezas de artillería a las órdenes de Chilavert y hacia la izquierda, 3 batallones de la brigada Díaz. En el ala izquierda, 3 divisiones de caballería a órdenes del Coronel Lagos, teniendo 2.000 lanceros formados en batalla y fuertes columnas de ataque. La reserva la constituían las divisiones de caballería de Sosa y Bustos.

Entre las 0800 y las 0900, Urquiza, después de comunicar a sus jefes principales sus órdenes e intenciones, montando su caballo moro y cubierto con un poncho blanco para mostrarse desde lejos en la pelea, se colocó a la cabeza de su Estado Mayor. Al llegar frente a la infantería de Galán, proclamó a sus soldados:

­ ¡Soldados del Ejército Grande: detrás de aquella línea se halla la Constitución de la República y la libertad de la Patria!

Pasando luego a la División Brasileña y reiterándoles sus órdenes al Brigadier don Manoel Márquez de Souza, agitando en alto el sombrero vitoreó a la Confederación, al Brasil y al emperador, y llegando al ala izquierda arengó a la División Oriental:

- ¡Orientales, vosotros sois una de las más fuertes columnas del Ejército Aliado y una de las fundadas esperanzas de la causa de la libertad. ¡Yo os anticipo mis felicitaciones por vuestra conducta en este día, que no dudo corresponderá a vuestra esclarecida fama!

A las 0800 Rosas, descendió de su observatorio, montó a caballo y recorrió sus líneas. Al llegar al centro de la posición ordenó al Coronel Chilavert:

- Coronel, sea usted el primero que rompa sus fuegos contra los imperiales que tiene a su frente. Se dio rápidamente un vivo fuego con las baterías aliadas del centro. El humo de los disparos ocultaba las masas de infantería desplegadas para el ataque.

A las 1000, Urquiza apreció la conveniencia de lanzar la masa de su caballería contra el ala izquierda enemiga. A su orden, la División Medina, formada en escalones y sostenida a retaguardia por las divisiones de Galarza y Avalos avanzaron de frente y resueltamente contra los lanceros del coronel Lagos, mientras la División Lamadrid, escalonándose más a la derecha, buscaba el envolvimiento profundo de la misma ala. A pesar de que la División Medina, al iniciar su movimiento encontró una cañada cenagosa que le impuso una detención momentánea seguida de un cambio de formación y que todavía algunos de sus escuadrones fueron rechazados con pérdidas, el final de la carga fue el más completo y favorable. Deshecha esa fuerza, aparecieron en ese flanco las divisiones rosistas de Sosa y Bustos, a escape, para restablecer el combate, pero las divisiones Galarza y Avalos les salieron al encuentro y las arremetieron vigorosamente, desbandándose la caballería enemiga casi sin combatir.

Batida esta ala enemiga, la caballería aliada quedaba lista para maniobrar sobre el flanco y la retaguardia de la posición rosista.

La División Oriental a órdenes del coronel César Díaz se puso entonces en movimiento hacia el edificio de Caseros. Esta división hizo a tiro de fusil de las posiciones enemigas un alto que las amenazaba. La División de Caballería de Urdinarrain, que apoyaba el ataque, la siguió en la misma dirección y se colocó a su izquierda en acecho dentro de un bosquecillo. La batería de Vedia hizo lo propio, rompiendo el fuego contra el reducto enemigo.

Los rosistas de las fortificaciones de las carretas se dieron a la fuga en cuanto el Batallón Voltígeros, de la División Oriental, inició su ataque. Sólo los infantes, parapetados en el edificio, ofrecieron resistencia, la que fue quebrada por este batallón; Santa Coloma intentó acometer a los infantes de la División Oriental, pero los lanceros de Urdinarrain, que la apoyaban, dieron una soberbia carga que los devolvió al instante.

La División Brasileña, mientras tanto, tomaba por asalto los reductos formados por la casa, el torreón y el palomar, cayendo en su poder la artillería que los guarnecía y 3 baterías emplazadas más a la izquierda. Al mismo tiempo, la brigada argentina Rivero había chocado contra los batallones de las Divisiones Costa y Hernández, arrollándolas y penetrando a la bayoneta en el interior de la posición.

La brigada del coronel Díaz, apoyada por el fuego de los cañones de la batería Chilavert; pretendía prolongar una resistencia ya inútil. En ese instante el campo de batalla era un infierno.

A las 1400 se rendían las últimas agrupaciones rosistas.

Los vencedores ingresan a Buenos Aires el 20 de febrero. Una muchedumbre se vuelca en las calles a presenciar el paso de las tropas que se realizaría a lo largo de las calles Perú, entre el campo de Marte y la de la Victoria, donde se había erigido un arco triunfal.

El desfile comenzó a mediodía. Estaban todos: Urquiza con su columna de los clarines de la escolta entrerriana y todo su Estado Mayor: el mayor general del Ejército y gobernador de Corrientes don Benjamín Virasoro, el general Tomás Guido, los generales Pirán, Madariaga, Francia, Medina, don Juan Pablo López, Oroño, su ayudante, el coronel Chenaut, y sus secretarios, los doctores Ángel Elías y Juan Francisco Seguí.
También se encontraban quienes serían presidentes de la Nación: el propio Urquiza, Bartolomé Mitre y Domingo Faustino Sarmiento; tras ellos los soldados de rasos hasta los de máxima jerarquía. Donato Alvarez,
Eustaquio Frías, Obregoso, la infantería argentina a las órdenes de Galán. Después, la División Oriental, al mando del coronel César Díaz. La División Brasileña del Brigadier Márquez de Souza cerraba la marcha de la columna.

El desfile duró más de tres horas, pasaron unos 10.000 jinetes de legiones entrerrianas y correntinas, los lanceros de la caballería de la Patria: los Galarza, Hornos, Basavilbaso, Virasoro, Urdinarrain, Avalos, Salazar, López Jordán, Leguizamón y Ocampo; al final del desfile y a la cabeza de los 5.000 soldados de caballería restantes, el viejo general Gregorio Aráoz de Lamadrid.

FUENTES: varios y propias.

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